MACROECONOMÍA
Desafío global, a debate en Ambrosetti

¿Quién puede parar a Trump? El mundo entra en economía de guerra

El pulso del presidente de EEUU contra el mundo no busca subsanar el déficit comercial, sino imponer una autocracia económica en la primera potencia del mundo: "Quiere dejar un legado".

¿Quién puede parar a Trump? El mundo entra en economía de guerra
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Mis clientes me preguntan cuándo se va a volver a entrar en Estados Unidos y yo les digo que cuando alguien repare la puerta, que para un mercado financiero es la confianza, y está rota en pedazos". El que habla es el consejero delegado de un banco de inversión internacional, muy veterano, y quizá por ese motivo no ha amanecido con ojeras. Al contrario que sus colegas. Es 4 de abril en el Hotel Vila d’Este, en el Lago de Como (Italia), y ni el sol de primavera, ni el reflejo del agua, ni el frescor de las montañas atenúan el sofocón de pesimismo. La noche ha sido atroz para las Bolsas, pero no es una cuestión de números, sino de certezas. "Nos hemos equivocado con Trump: no es un negociador, ojalá lo fuera, él quiere dejar un legado". Un legado alejado de la economía global y del orden liberal. De lo que se ha entendido en los últimos años como capitalismo democrático. De lo que, pese a todo, Europa aparece como un refugio.


The European House Ambrosetti (TEHA) reúne en Cernobbio a expertos de la macroeconomía, la política monetaria y las finanzas de todo el mundo. También a los políticos que deciden sobre sus previsiones, y a los primeros industriales de Italia y Centroeuropa, que exportan sus productos. Durante dos días explican y debaten sobre lo que creen que va a pasar bajo la normativa Chatham House, es decir que se puede compartir el contenido, pero no las fuentes. Lo que leerán a continuación es un resumen de 48 horas de ponencias, réplicas y comentarios.
"¿Si pienso si Trump tiene un plan o, simplemente, está loco? Creo que está loco y que tiene un plan", señala un ejecutivo de una entidad financiera que ya vivió la primera legislatura del presidente MAGA. El plan es moldear a su imagen Estados Unidos y, con él, al planeta. En este nuevo paradigma, «el imperio de la ley se cambiará por la ley de la selva", las relaciones se definirán a través de la coacción del más fuerte y la multilateralidad se sustituirá por los bloques de influencia. El estadounidense se extenderá en torno a un gigantesco triángulo entre el canal de Panamá y el Ártico, con Groenlandia y Canadá incluidos en él. Se pongan los afectados como se pongan.
Independientemente de lo que consiga, la geoeconomía de Trump está propulsando tres cambios estructurales. Estados Unidos quiere convertirse en una potencia de producción, sin hegemonía sobre la Defensa global. Ello impulsa a Europa a emerger como una economía sustentada en la demanda doméstica, y empuja al régimen chino abrirse a la demanda privada, sobre todo por su desarrollo empresarial y tecnológico. El resto queda al albur de lo que buenamente pudiera hacer.


Que Estados Unidos pase a ser la fábrica del planeta que hoy es Asia y aun así conserve el resto de su primacía económica, monetaria y tecnológica puede formar parte de los deseos del presidente, pero plantea varios problemas. El fundamental es que las piezas no encajan. Trump ha impuesto un 46% de aranceles a Vietnam, pero su fuerza laboral es cinco veces más barata que la norteamericana. No hay tarifa que lo cubra. Además, es cierto que Estados Unidos tiene un déficit comercial en bienes respecto a gran parte del mundo, no en servicios. Si se suman los dos factores, en lo que respecta a Europa el desequilibrio se reduce a la mitad.
Los trabajadores industriales norteamericanos se han empobrecido, pero es una gigantesca mentira que el resto del mundo les haya saqueado. Los países que han exportado sus productos han generado un superávit comercial y lo han reinvertido en Estados Unidos. La consecuente fortaleza del dólar le ha permitido financiar sus déficits fiscales y distanciarse como primera potencia económica y tecnológica. Es esto lo que está en revisión. Nada menos que todo lo que entrelaza el orden mundial alrededor de la divisa estadounidense y que entendía que la prosperidad del conjunto haría más difícil la guerra.


"El problema que tiene Trump es que China estaba lista para esta jugada. Lleva años preparándose. Es como si tú envidas al mus y te ven la mano. Eso es lo que ha hecho Xi con los aranceles. Si tú me pones un 34%, pues yo te pongo otro, y los inversores han salido disparados. Aquí hay que entender que hay que prepararse para cuatro años de Trump y ocho de Vance, quien no lo vea así no se entera. Si no pasa, mejor. Pero los chinos, desde luego sí lo han visto y, para empezar, no le han dado TikTok, que es lo que él quiere para su propaganda".


El papel del vicepresidente sólo aparece en las conversaciones de los analistas que vienen de Estados Unidos. Es la otra cara de la revolución MAGA, la política, tan o más influyente que la económica. "Los insultos de Vance a los europeos en la Conferencia de Seguridad de Munich y la bronca a Zelenski son la misma escena". Vance es el cemento ideológico, el que carga contra los objetivos de diversidad, contra los derechos de las minorías, los migrantes, los gobiernos extranjeros o en favor del supremacismo blanco. Es el que reivindica que el obrero del motor de Detroit que sacó Trump en su rueda de prensa sobre las tarifas es una víctima de la globalización que puede tener futuro.


El presidente no va a renunciar a los aranceles porque son "su navaja suiza". Según su visión, reindustrializarán el país, rejuvenecerán la economía, aumentarán los ingresos, pero, sobre todo son la potentísima narrativa que hace a sus votantes sentirse protegidos. Y eso es imbatible. Más allá del programa doctrinal, lo realmente angustioso para muchos de los presentes en Cernobbio es la manera de implantarlo a través de la «caza de brujas organizada". El miedo es el mensaje. Los asistentes con intereses en Estados Unidos exigen deep off the record.
En su teoría del narrow corridor, el Nobel de Economía Daron Acemoglou explica que el Estado y la sociedad civil funcionan en el mundo libre por estar separados por un "estrecho pasillo". El poder del Estado se representa como un Leviatán que está encadenado para dar seguridad a sus ciudadanos sin atravesar ese espacio e invadir sus derechos individuales. Cuando logra desasirse, se impone el socialismo. Si es la elite de la sociedad la que conquista el Estado, se cae en una plutocracia. Martin Wolf, estrella del Financial Times y uno de los ponentes, asegura en su último libro que Trump ha puesto en práctica el «protopopulismo», es decir, el uso de las técnicas populistas para fines plutocráticos. Una vez asentado en el poder, el salto a la tiranía en nombre del pueblo se ejecuta mediante la represión. "Vosotros en Europa lo veis de una forma, pero allí puedes tener un bufete de abogados y, si te has opuesto a Trump, te señala y te investigan y tienes que cerrar porque tus clientes se van", comenta un asistente.


En Cernobbio se habla de la columna en la que Thomas Friedmann sugiere en The New York Times que el líder MAGA está lanzando una "revolución cultural" como la de Mao en China. El objetivo no es implantar un régimen comunista, sino exterminar a la resistencia: «Mao lanzó a todos los cuadros jóvenes del partido a atacar a toda persona pensante: políticos, profesores, estudiantes o médicos; quería embrutecer a toda la población para poder gobernar sin límites». Ni el Partido Demócrata, ni la academia, levanta todavía la voz: «¡Sólo el mercado lo hace! Está reflejando el temor a una recesión por el fracaso de las políticas de Trump y haciendo dudar a los votantes menos fanáticos, que son muchos." Los CEO de las multinacionales han llamado a Scott Bessent, secretario del Tesoro, para que haga recapacitar a Trump. "No hay nada que hacer, ahora mandan los políticos, no los economistas".


El simbolismo del arancel es que actúa como el reparador de la injusticia que sufre el obrero de Detroit; esconde el inicio de un proceso de cambio revolucionario. «No es una guerra comercial, es autoritarismo económico», ha publicado Bjorn Beam, de Arcano Partners. Trump se reserva la potestad única de sancionar con tarifas a quien quiera e impone un derecho de pernada. «No es solo corrupción. Es captura estructural. En la corrupción los individuos se enriquecen a sí mismos. Esto es algo más profundo y más peligroso: la transformación de la economía estadounidense en un sistema de gobierno personalizado».
¿Y qué pinta Europa? En una guerra comercial "el tamaño importa". En un escenario tendente hacia la autarquía, la economía americana sería la menos perjudicada (-5% del PIB en el largo plazo), seguida de la china (-8%). Luxemburgo perdería el 80% de su riqueza y España cerca del 15%. Cuanto mayores sean las economías y menos barreras tengan, más resistentes se vuelven. Recuerdan los técnicos que los aranceles internos son del 45% para los bienes y del 110% para los servicios entre los países de la UE, y que éstos empiezan por las mismísimas infraestructuras. «Si se desacoplaran las cadenas de suministros, el daño a cualquier economía europea sería de la tercera parte».


Enrico Letta, ex primer ministro italiano, esbozó por primera vez en la edición del pasado año su informe sobre la unidad del mercado, lo que le eleva como uno de los intelectuales europeístas del momento, junto a Mario Draghi. Todos coinciden en que la crisis "es la catarsis que lleva a la oportunidad". Europa tiene que ver "cómo se hace más resiliente".


"La cuestión hoy es actuar, no reaccionar». Para los políticos todo pasa por la integración del mercado interno europeo y la apertura de otros nuevos sin excluir a Estados Unidos. Estamos en Italia y la relación entre su primera ministra y Trump causa recelos: «Tiene que aclarar su debate entre papá y mamá». Lo mismo sucede con Sánchez y China: «Hay que ser cautos y no ingenuos. La respuesta es Europa». ¿Podría el euro sustituir al dólar? «Es muy difícil, pero quién sabe. Si se animan a mutualizar...». Por el momento, el alto directivo bancario que abría este reportaje seguirá sin aconsejar a sus clientes entrar en Estados Unidos, aunque Trump retire los aranceles. «Es lo de menos, porque no sabemos qué puede hacer al día siguiente».